Soy trabajadora social: ello se nota en mi forma de pensar, en mi manera de sentir la
realidad y, coherentemente, en mi modo de actuar.
De acuerdo
con la definición mundial aprobada por la Federación Internacional de
Trabajadores Sociales y por la Asociación Internacional de Escuelas de Trabajo Social (Melbourne, julio de 2014), el
trabajo social es una profesión basada en la práctica y una disciplina
académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, el
fortalecimiento y la liberación de las personas. Los principios de la justicia
social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la
diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las teorías
del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos
indígenas, el trabajo social involucra a las personas y las estructuras para
hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar.
Tengo experiencia como trabajadora social en los
ámbitos hospitalario (SACYL de Palencia y Burgos), directora y docente
(ayuntamientos de Valladolid y Medina del Campo además de Escuelas de Tiempo
Libre) e institucional (Aspaym, Inclusión Plena, Cruz Roja, Vaya Tela y
Asprona) y, desde noviembre de 2017, he tenido además la ocasión de incluir una
nueva institución en mi universo de experiencias: el de la Casa de Juventud
“Aleste”, en el Barrio de Pajarillos de Valladolid.
Los
salesianos inauguraron esta presencia el 1 de noviembre de 1971 en unos locales
cedidos por el Ayuntamiento de Valladolid en la Calle Golondrina aunque su
oferta tal como la conocemos ahora, como un complejo anejo a la Parroquia de
María Auxiliadora, se remonta al 1 de mayo de 1977.
La opción
preferencial de los salesianos de Don Bosco han sido desde siempre los jóvenes en riesgo de exclusión social.
Y confieso que ello me sedujo enormemente y fue la principal razón por la que
entré a colaborar con los proyectos desarrollados aquí en Valladolid.
Durante
estos meses he conocido de primera mano algunos de los proyectos desarrollados
con niños, jóvenes y adultos:
- Con niños del Barrio de las Delicias, en programas de intervención social con menores de entre 6 y 12 años en situación de riesgo de exclusión con el objetivo de prevenir su fracaso escolar y promover su socialización. El programa lo coordina una animadora y participa una maestra en educación infantil. La coordinación con las trabajadoras sociales de los CEAS y/o con las familias es muy mejorable.
- Con jóvenes de Laguna de Duero, mediante proyectos-servicios que propicien nuevas oportunidades a la integración, socialización, inserción socio-laboral y al emprendimiento juvenil para adolescentes y jóvenes de entre 15 y 30 años (apoyo escolar y compensación educativa, talleres prelaborales, talleres de idiomas, cursos de empleabilidad, información laboral, emprendimiento juvenil, espacios de coworking…). El proyecto en el que participé yo lo coordinaba una integradora social y nutricionista. Los contenidos relacionados con la adquisición de competencias sociales constituyen la parte fundamental del programa y en donde se ubica mi contribución.
- Con adultos tuve ocasión de colaborar en dos proyectos:
1. Adultos gitanos del Barrio de Las Delicias.
2. Socios de la Asociación Cultural “El Candil”.
Desearía centrarme en estos dos ámbitos:
- Los adultos del Barrio de las Delicias provienen en todos los casos de derivaciones de los CEAS. Su asistencia diaria al programa está vinculada a poder seguir percibiendo una ayuda económica. La motivación inicial no es intrínseca de partida. Sin embargo en estos meses hemos llegado a concreciones importantes:
1. Las ayudas económicas nos hacen dependientes y nos estigmatizan como
colectivo.
2. El hecho de no seguir figurando como perceptores de estas ayudas nos alejaría de ser objetivos
prioritarios de las ofertas de empleo.
3. Ser gitano no ayuda, de partida, a lograr empleos dignos: es cierto que
carecemos, en general, de una capacitación suficiente para poder desempeñar
muchos de los puestos de trabajo disponibles en el mercado pero, en la base,
precisamos también, con carácter de urgencia, de una formación adecuada en
habilidades sociales. En este último aspecto es en donde más incidió mi
aportación.
- Los socios de “El Candil” constituyó la otra vertiente de mi trabajo con personas adultas (la razón fundamental, creo, por la que fui contratada por la Casa de Juventud “Aleste”):
1. Como necesidades se apreciaban incrementar la participación y reforzar
el sentido de pertenencia a este proyecto asociativo.
2. Mi contribución consistió en tratar de devolverles su propia imagen
mediante el feed-back con reportajes que compartí en sus redes sociales,
acompañarles en sus celebraciones (visitas culturales, cenas solidarias, cafés
de los socios, fiesta de las Águedas, Carnaval…) e introducir alguna innovación
con propuestas concretas de acciones con proyección social como “Las Fiestas de
la Edad” en la Residencia “Cardenal Marcelo”.